El efecto de la inercia en un vagón vacío

Se conocieron cuando nadie lo hacía,
en un mundo que permanecía parado entre miedos y silencio,
inundado de medias miradas,
palabras que se ignoran
y anónimas caras vacías.

Para ambos no era nada.
Nadie se enamora cuando todos lloran,
cuando se te rompe el alma cada mañana y solo tienes el resto del día para reconstruirla.

En un planeta de ausencias ellos se encontraban.
Cada día, misma hora, mismo vagón vacío.
cada uno sentado en una esquina,
no se esperan,
pero poco a poco se miran.

Dos desconocidos que montan en la misma parada,
que en la misma se bajan,
y a los que sus pasos les empujan hasta la misma puerta con una gran cruz roja pintada.

Cada mañana crece la curiosidad alrededor de un buenos días.
Sin buscarlo las distancias se acortan,
el calendario avanza
y una mañana, por fin, aparece el valor para hacer la pregunta que incendia sus ojos,
y provoca las risas por las que sus cuerpos se acaban encontrando.

Un día dos desconocidos entran solos en el metro pero salen juntos hablando.
Una semana más tarde salen cogiéndose la mano.
Pasado un mes, dos caras de sueño se despiden con un beso en los labios.

Plá.

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